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Cuando el Paisaje se Convierte en Homenaje: Parque de la Memoria de Argentina

Apasionada por conocer rincones increíbles con diseño en el mundo.

NOMBRE OBRA: Parque de la Memoria.

ARQUITECTOS: Teodoro González de León.

UBICACIÓN: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

AÑO:1998.

M2: Extensión aproximada de 14 hectáreas.


A orillas del Río de la Plata, en la franja costera que bordea la Ciudad Universitaria de Buenos, se despliega el Parque de la Memoria, un espacio donde la arquitectura, el paisaje y la historia convergen para rendir homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina. No es un parque cualquiera: es un territorio diseñado para recordar, para hacer sentir la ausencia y transformar el dolor colectivo en un recorrido tangible. La elección de su emplazamiento no es azarosa. Frente a las aguas del río que, durante los años de dictadura, fueron escenario silencioso de los llamados “vuelos de la muerte”, el terreno se abre como un gesto urbano que enfrenta a la ciudad con su historia reciente. Esta franja de 14 hectáreas, antes marginal, se resignificó como un gran dispositivo de memoria y paisaje, integrando naturaleza y arte contemporáneo en un mismo discurso.


El proyecto surgió a finales de los años noventa, cuando la Legislatura porteña aprobó la Ley 46 para materializar un monumento que recordara a las víctimas de la violencia estatal. Se optó por un concurso nacional de ideas, buscando que el diseño no fuera una mera escultura monumental, sino una experiencia espacial capaz de involucrar al visitante. La propuesta ganadora, presentada por el estudio Baudizzone-Lestard-Varas junto con Claudio Ferrari, Daniel Becker y Gustavo Gradel, abordó el desafío con un concepto claro: la memoria no debía imponerse en vertical, sino desplegarse en el suelo, construyendo un recorrido que se viviera con el cuerpo, en silencio y en tránsito. Así, el parque se convirtió en una arquitectura horizontal, extendida, donde la topografía y la materialidad son los principales recursos expresivos.

El parque es una obra que se lee en capas, no solo por su riqueza conceptual, sino por cómo organiza la experiencia del visitante en distintos niveles simultáneos. En primer lugar, la capa topográfica transforma el terreno en una geografía de la memoria: una colina suave se eleva junto al río, y en su interior se abre una grieta que desciende hacia el agua. Este corte —que aloja el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado— convierte el suelo en un cuerpo herido, invitando al descenso y al recogimiento. En esa herida se despliega la capa simbólica, donde más de nueve mil nombres grabados en pórfido patagónico trazan la historia del horror en orden cronológico. El recorrido obliga a detenerse, a bajar la mirada, a caminar en silencio: una arquitectura que no impone, sino que interroga. Por último, la capa artística complementa el paisaje con diecisiete esculturas que, diseminadas por el parque, refuerzan la experiencia memorial desde el lenguaje del arte contemporáneo. Estas obras no interrumpen el espacio, sino que lo enriquecen, abriendo pausas visuales y emocionales entre la topografía, el vacío y la historia.


Parque de la Memoria de Argentina
Fotografía: www.untref.edu.ar

Alrededor de este eje central, el parque despliega una serie de operaciones paisajistas que dialogan con la ribera. La zona más cercana al río se resuelve con piedras, gaviones y vegetación baja, integrando el agua como parte del escenario sin levantar barreras rígidas. En contraste, la plaza de acceso, hacia la ciudad, se define por un lenguaje más urbano: solados geométricos, planos de hormigón y un mobiliario discreto que enmarca esculturas contemporáneas. La dualidad entre lo natural y lo construido refleja la intención de tender un puente entre la ciudad y su borde fluvial, entre el ruido vegetal; al contrario, utiliza el vacío como un recurso estético y simbólico. La ausencia de árboles en la loma principal deja que el cielo y el horizonte sean parte del memorial, mientras que los espacios periféricos retoman la vegetación ribereña para suavizar la transición hacia el río.


La integración del arte contemporáneo es otro rasgo distintivo del proyecto. Dispersas por el parque, diecisiete esculturas de artistas nacionales e internacionales establecen un diálogo con el paisaje. Algunas son abstractas y evocan movimientos, caídas o transiciones; otras proponen formas más figurativas o alusiones poéticas a la libertad y la fragilidad humana. Obras como Victoria de William Tucker, Figuras caminando de Magdalena Abkanowicz o Pensar es un hecho revolucionario de Marie Orensanz aportan capas de lectura que van desde la denuncia hasta la introspección. Estas piezas no compiten con la arquitectura, sino que la complementan, ofreciendo pausas visuales y emocionales en el recorrido. La disposición de las esculturas refuerza la idea de tránsito: el visitante se mueve entre el vacío y el objeto, entre la topografía y la obra artística, construyendo una experiencia secuencial y multisensorial.


Parque de la Memoria de Argentina
Fotografia: elojodelarte.com

Desde el punto de vista urbano, el Parque de la Memoria es parte de una estrategia más amplia de recuperación del borde costero de Buenos Aires. Hasta la década de los noventa, gran parte de esta ribera era inaccesible o estaba destinada a rellenos y usos marginales. La construcción del parque, junto con el Parque Natural y el Parque de los Niños, forma un corredor que busca devolver la ciudad al río, con espacios públicos que combinan recreación, paisaje y memoria. En este sentido, el proyecto trasciende la conmemoración para convertirse en una operación de urbanismo cultural: el recuerdo de las víctimas se inscribe en la ciudad no como un objeto aislado, sino como un fragmento de su tejido vivo.


Materialmente, la obra apuesta por la sobriedad. El hormigón visto, el pórfido patagónico y el césped conforman la paleta esencial. Esta simplicidad potencia el mensaje: el parque no busca distraer, sino guiar la atención hacia el recorrido y hacia el acto de rememorar. La horizontalidad domina la escena, evitando cualquier gesto monumentalista tradicional. En lugar de un obelisco o una estatua central, la memoria se extiende en el suelo, obligando a agacharse para leer nombres, a bajar rampas, a caminar despacio. La arquitectura se vuelve corporal: quien visita el parque participa de un ritual de descenso y ascenso, como si el propio terreno respirara la historia que contiene.


Parque de la Memoria de Argentina
Fotografía: palermonline.com.ar

El corazón del parque, el río funciona como último horizonte. Su presencia no es meramente paisajística; es también un recordatorio doloroso. Durante la dictadura, muchas víctimas fueron arrojadas a estas aguas en los llamados “vuelos de la muerte”. El diseño del parque enmarca esta relación: los recorridos siempre tienden hacia el este, hacia el río abierto, como si la ciudad tuviera que mirar de frente aquello que quiso negar. Esta orientación refuerza el carácter reflexivo del lugar, donde la línea del horizonte se convierte en un plano de contemplación y duelo.


La experiencia del parque es, ante todo, sensorial. El viento del río, el sonido del agua, el silencio que domina las explanadas, todo está pensado para que la memoria no sea solo un acto intelectual, sino físico y emocional. La arquitectura no impone un relato único, sino que habilita múltiples interpretaciones. Algunos visitantes leen nombres, otros recorren esculturas, otros simplemente se sientan a contemplar el vacío. Esa apertura es parte de su potencia: el parque no concluye la historia, sino que la mantiene latente.


Más allá de su función memorial, el Parque de la Memoria ha generado un legado arquitectónico y paisajístico significativo. Ha demostrado que un espacio público puede asumir responsabilidades históricas sin dejar de ser un lugar de encuentro y reflexión. También ha evidenciado que la arquitectura de la memoria puede escapar a los gestos grandilocuentes para encontrar en la sutileza y la topografía una fuerza simbólica más profunda. Su presencia en la ciudad es un recordatorio permanente de que la construcción del futuro requiere asumir las huellas del pasado.


Parque de la Memoria de Argentina
Fotografía: buenosaires.gob.ar

En definitiva, el Parque de la Memoria es un ejemplo de cómo la arquitectura puede traducir el dolor en espacio, y la ausencia en recorrido. No hay aquí una obra que busque ser vista desde lejos, sino un territorio que exige ser caminado, sentido, habitado. Entre el cielo abierto, el césped, el hormigón y el río, Buenos Aires encontró un lugar donde la memoria no se petrifica, sino que fluye como un paisaje. En su horizontalidad y en su silencio, este parque nos enseña que la arquitectura, cuando se pone al servicio de la memoria, es capaz de construir no sólo formas, sino también conciencia.


Quienes deseen recorrer este espacio de memoria pueden hacerlo todos los días. El Parque de la Memoria está ubicado en Avenida Costanera Norte Rafael Obligado 6745, a metros de Ciudad Universitaria, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La entrada es libre y gratuita. Permanece abierto de lunes a viernes de 10:00 a 17:00 h, y los fines de semana y feriados de 11:00 a 18:00 h, aunque estos horarios pueden variar según la temporada. Además del recorrido al aire libre, el parque cuenta con una sala de exposiciones, el Espacio Base, que ofrece muestras temporales vinculadas a derechos humanos, arte y memoria. Visitar este lugar no solo es una experiencia arquitectónica y sensorial, sino también un gesto consciente hacia la construcción colectiva de la memoria.


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