Brutalismo Humanizado | Edificio de la CEPAL en Chile
- Arq. Luisa Afanador
- 12 jun
- 4 Min. de lectura
AUTOR: Luisa Afanador
Una mente inquieta acerca de la ciudad

NOMBRE OBRA: Edificio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
ARQUITECTOS: Emilio Duhart
FOTOGRAFÍA: Wikimedia, Fabian Dejtiar, CEPAL Naciones Unidas
UBICACIÓN: Santiago de Chile
AÑO: 1966
M2: 11.500 m2

En la década de 1960, el continente latinoamericano estaba experimentando una serie de transformaciones sociales, políticas y culturales que encontraron en la arquitectura un poderoso canal de expresión. En ese contexto, el Edificio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), diseñado por el arquitecto Emilio Duhart en Santiago de Chile, se erigió como un ícono del brutalismo. A primera vista, el brutalismo puede parecer una corriente arquitectónica fría y deshumanizada, pero en realidad, en América Latina, se convirtió en un medio para expresar solidez, modernidad y resistencia. ¿Cómo un edificio concebido para albergar a una organización internacional terminó por convertirse en un símbolo de la arquitectura latinoamericana? Este artículo explora esa pregunta a través del análisis del Edificio CEPAL, su contexto histórico y su impacto perdurable en el panorama arquitectónico de la región.

El brutalismo surgió en la posguerra europea como una respuesta a la necesidad de reconstruir ciudades devastadas. Con materiales austeros, formas geométricas contundentes y un lenguaje arquitectónico sin adornos, buscaba reflejar la verdad estructural del edificio. Sin embargo, cuando esta corriente llega a América Latina, adquiere un carácter particular. En lugar de representar la devastación, el brutalismo latinoamericano pasó a simbolizar la búsqueda de una identidad propia, una arquitectura que evocara solidez en tiempos de inestabilidad política y social.
En la década de 1960, Chile estaba atravesando un periodo de modernización acelerada. El Edificio CEPAL no solo se concibió como un centro administrativo, sino también como un símbolo del progreso económico y la integración regional. Emilio Duhart, influenciado por Le Corbusier y el racionalismo europeo, adoptó el brutalismo para dotar al edificio de una monumentalidad que evocaba fortaleza y durabilidad.
En un contexto de tensiones políticas crecientes, el Edificio CEPAL pasó a convertirse en un refugio conceptual: un lugar donde la estructura misma transmitía solidez frente a la incertidumbre. Los volúmenes macizos de hormigón armado, las superficies crudas y las líneas rectas creaban una atmósfera imponente que sugería estabilidad institucional.
Un Brutalismo Humanizado

A diferencia del brutalismo europeo, muchas obras latinoamericanas, incluyendo el Edificio CEPAL, incorporaron elementos de humanización que suavizaban la rigidez estructural. Emilio Duhart implementó una serie de recursos para integrar la monumentalidad del edificio con la experiencia humana. Los patios interiores fueron diseñados no solo como espacios de circulación, sino como áreas de contemplación, donde la vegetación contrasta con la crudeza del hormigón, generando una sensación de refugio en medio de la estructura maciza.
Asimismo, los jardines elevados no solo cumplen una función estética, sino que actúan como espacios de ventilación natural, ayudando a regular la temperatura interna en un edificio donde el hormigón puede retener calor. Duhart también diseñó amplios ventanales dispuestos estratégicamente para aprovechar la luz natural, reduciendo la necesidad de iluminación artificial y conectando visualmente los espacios interiores con el paisaje exterior.

Esta integración de elementos naturales y estructurales convierte al Edificio CEPAL en un caso emblemático de un "brutalismo humanizado", donde la monumentalidad del hormigón se suaviza mediante la incorporación de espacios verdes, áreas de descanso y flujos visuales que invitan a la contemplación y la pausa.
El Edificio CEPAL no solo se define por su interior, sino también por su relación con el entorno urbano de Santiago. Ubicado en un sector estratégico, se erige como un monolito de hormigón que contrasta con la escala residencial circundante. Sin embargo, Duhart logró atenuar este impacto mediante una serie de estrategias que integran el edificio con su contexto. Los accesos amplios, las áreas verdes perimetrales y los jardines elevados no solo crean un umbral entre lo urbano y lo institucional, sino que también invitan al peatón a acercarse, a transitar y a contemplar. Esta interacción entre el espacio construido y el espacio público redefine la percepción del brutalismo, presentándose no como una barrera sino como un elemento integrador. Así, el Edificio CEPAL actúa como un puente entre la monumentalidad de su estructura y la escala humana del entorno urbano que lo rodea.

En otros proyectos brutalistas de América Latina, como la Universidad Nacional de Ingeniería en Lima, Perú, y el Conjunto Habitacional Nonoalco-Tlatelolco en Ciudad de México, se observa un intento similar por equilibrar la monumentalidad con espacios de interacción social. Mientras que en Nonoalco-Tlatelolco, los amplios patios y áreas de recreación ofrecen espacios de esparcimiento en un entorno urbano denso, en Lima, la Universidad Nacional de Ingeniería utiliza estructuras de hormigón expuesto que interactúan con áreas verdes, creando un diálogo entre lo sólido y lo etéreo. Estos ejemplos refuerzan la idea de que el brutalismo latinoamericano no solo buscó imponer formas contundentes, sino también integrar espacios de encuentro y conexión con la naturaleza, manteniendo un equilibrio entre lo monumental y lo humano.


El Edificio CEPAL no solo se consolidó como un referente del brutalismo en Chile, sino que también inspiró a generaciones de arquitectos en América Latina. Durante las décadas siguientes, obras como el Edificio del Banco Central en Caracas y el Centro Cultural Tlatelolco en México adoptaron elementos brutalistas, reinterpretando sus principios estructurales y estéticos. Sin embargo, a medida que el brutalismo fue desplazado por corrientes más ornamentales en los años 80, muchos de estos edificios quedaron abandonados o subvalorados.
Hoy, el Edificio CEPAL sigue en pie, resistiendo el paso del tiempo y recordándonos que el brutalismo latinoamericano fue mucho más que una corriente arquitectónica: fue un grito de identidad en una región en búsqueda de estabilidad.

Lejos de ser un simple bloque de hormigón, el Edificio CEPAL en Santiago de Chile encarna un momento histórico clave para América Latina. En su solidez estructural y su diseño monumental, Emilio Duhart plasmó una visión de modernidad y resistencia que sigue resonando hasta hoy. ¿Es el brutalismo un estilo obsoleto o una llamada a la reflexión sobre cómo construimos nuestras ciudades? Al observar el Edificio CEPAL, es evidente que las líneas rectas y las superficies crudas aún tienen mucho que contar sobre la historia, la identidad y el futuro de la arquitectura latinoamericana.
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